Habían pasado ya tres días desde el suicidio del muchacho, cuyo perfil online y único nombre reconocible era Alamein. Los diarios habían hablado de la explosión como un intento de ataque, un atentado al orden de “ésta sociedad. La sociedad donde no hay premios ni castigos. La sociedad donde los premios y los castigos los impone cada uno para sí, y donde cada uno elige su destino en base a de qué lado está.” Como el 7º piso del edificio había quedado completamente destruido las autoridades decidieron declarar al edificio ‘sitio inhabitable’, por lo cual casi 100 personas tuvieron que mudarse o perder su casa. Esto fue sólo el principio.
Alamein, luego de quemar sus identificaciones, escribió en su blog una última nota explicando por qué haría volar su departamento, y denunciando una política discriminatoria hacia ciertos grupos y sectores de la sociedad. Esa nota sería conocida por los internautas como la carta abierta, la nota de suicidio y el testamento de Alamein. En ella se hablaba de los acosos que debían sufrir los que no cumplían con las expectativas de absoluta normalidad de la sociedad, de cómo los grupos privilegiados de la sociedad alardeaban de sus atribuciones mientras había hordas de gente conviviendo con infiernos, de cómo habían caído tan bajo que el privilegiado salía a celebrar su vida todas las noches mientras el marginado vivía en busca de otra dosis o de dejar el cuerpo para darle vida al alma, y el resto de la gente era cómplice directo de ello.
Habían pasado ya tres repugnantes días en el infierno amurallado de Felicity Town, cuando un bloger conocido con el nombre de usuario Yamir leyó por primera vez la nota de Alamein. Yamir se sintió atraído por el fervor y el coraje del joven difunto. Lo leyó varias veces, para apreciar cada palabra llena de rencor, de odio y de impotencia. A ése momento Yamir era la única persona que podía entender el sacrificio del muchacho, el por qué era necesario que se repita la noche cotidiana de manera alarmante para las autoridades.
Yamir estaba exiliado de la ciudad. Se había ido antes de que el Partido Occidental iniciara su represión e impusiera su dictadura. “Me salvé de milagro…”, pensaba.
En ese momento dolorosos recuerdos azotaron su mente. Su familia. Su hijita… Comprendió lo que Alamein había querido decir, lo que él venía pensando desde hacía ya 19 años. Desde que vio morir a su esposa mientras su hija era violada por un ovejero alemán, atada con alambre de púas en los brazos a un poste eléctrico. Desde que los Spec. Ops. del Partido lo condujeron a punta de pistola hasta el Bosque Este y lo dejaron a su suerte junto a otras 500 personas. “Esta gente ya sufrió demasiado. Yo ya sufrí demasiado. Ya es hora de que soplen vientos de cambio. Ya es tiempo de vengarse y de hacerles pagar por todas y cada una de las vidas que arruinaron y arrebataron.”
Así fue que envió el link del blog del joven a sus contactos dentro de la ciudad. El mensaje adjunto era: “Ya saben qué significa. Ya saben qué hacer. Háganlo en nombre de Alamein”.
Así comenzó el reclutamiento en Felicity Town. El objetivo era crear una alianza, una gran alianza no sólo para luchar en contra de la sociedad impuesta sino también para exterminar a todos aquellos que simpaticen o luchen por ella. A esta alianza se la llamó “El cambio”.
El principal reclutador e instructor fue Harakun Al-Alamein (Los nombres terminados en “Al-Alamein” indican vinculación o pertenencia a la alianza). Harakun era un miembro de Spec. Ops. que había decidido renunciar al servicio y desaparecer de la vida pública desde antes de la asunción del Partido, para no figurar en la historia como un genocida sin causa. Su experiencia era vital para la instrucción de los soldados, al igual que su información sobre las reservas enemigas. Así fue que cuando Harakun recibió el mail de Yamir comenzó a llamar a sus alumnos, sus cadetes, su antiguo equipo y a todos aquellos que podían prestar servicio.
El lugar elegido como base de operaciones fue el subsuelo del edificio de Alamein, porque estaba completamente abandonado y no había peligro de ser descubiertos. Si bien tuvieron que hacer varios acuerdos con los guardias y los habitantes del barrio para evitar denuncias, la posición era segura. Allí lograron instalar una sala de cómputos para monitorear las unidades de campo, y una gran sala de entrenamiento para el desarrollo de tácticas de combate. Los dormitorios para las unidades y el personal se encontraban en los pisos del 1 al 5 (el 6 estaba quemado y el 7, destruido) con suficiente espacio para objetos grandes, con la desventaja de que en ningún momento debían encender las luces.
La instalación duró casi un mes. Una vez terminada, comenzaron a trabajar duro.
Harakun insistía en el uso de armas blancas y de cuerpo a cuerpo, ya que podía otorgar elementos de sigilo, sorpresa y algo de desmoralización. Por eso, el arsenal consistía en una hoja oculta bajo la manga, una daga que se llevaba en el muslo, una gran aguja que se portaba en el codo y permitía apuñalar con facilidad, una katana mediana para el combate formal y, por si las cosas se ponen feas, un MP5 semiautomático con silenciador que se llevaba en la espalda y granadas.
La táctica de combate de Harukun era algo dudosa, pero él decía que era efectiva. Lo único que debían hacer los soldados era lanzarse corriendo hacia el enemigo y rebanarlos en mitades antes de que pudieran disparar. Si eso no resultaba, la siguiente carga debía lanzarse sigilosamente y disparar. Esa fue la razón por la cual lo único que aprendieron los soldados fue a rebanar reses y disparar a blancos fijos.
Si bien Harakun era una parte valiosa para la alianza, parecía no saber lo que hacía. Aún así, era la única persona que podía cumplir ese rol.